—
No sé qué estás pensando pero tenemos que arrancar todo este pasto para luego
llevarlo a nuestros labios.
—
¿Para comerlo? ¡Milo, estás enloqueciendo!
— Un poco. Una vez triturado, escupámoslo. Tal vez así entiendan que
estamos de su lado.
Y
eso mismo hacíamos, arrancábamos todo el pasto verdoso para de inmediato
llevarlo a nuestras bocas, masticarlo un poco y luego arrojarlo en la corona de
insectos que continuaba girando alrededor nuestro. Increíblemente mi idea
surtía el efecto esperado porque las hormigas se estaban deteniendo. Y no sólo
eso, la reina estaba retrocediendo, sacudiendo sus antenas para todos lados.
Créase o no, hasta nuestro gato masticaba pasto.